9/11/12

En tarros de miel

Ayer me comentó un amigo que lo mejor del paso del tiempo es ver que hay cosas que nunca cambian. Y es que esa es la verdadera esencia de la vida, al menos para mí. Asumiendo que el presente es el mejor tiempo verbal que conjugar, reconozco que me tira más el pasado que el futuro. No por falta de optimismo, valentía o decisión si no, simplemente, por mera práctica: me gusta aferrarme a todo lo que haya supuesto un éxito en mi vida. Mi gente, mis aficiones, mis vocaciones, mis equivocaciones.

Me he dedicado, como decía la canción, a guardar en tarros de miel todo lo vivido. Al menos todo lo que me ha hecho sentir bien. Y cuando los destapo, disfruto comprobando que desprenden el mismo aroma. Que puedo seguir en el punto donde lo dejé. Que aún puedo compartir aquella vieja broma. Y que, aunque nada es igual, nada ha cambiado, y seguimos guardándonos nuestros viejos secretos.

Supongo que son vitales para mí porque, de un modo u otro, han formado para mí un colchón de seguridad. Es como si la esencia de todo lo guardado en esos tarros me aupara y me permitiera vivir mi presente con seguridad. Son mi margen de maniobra y mi refugio. Y aunque todo marche bien, es mejor no dejarlos escapar.


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