12/2/09

Hitzik gabe

Este blog nació para dar cabida a palabras. Robadas, escuchadas, prestadas, improvisadas, buscadas.... Palabras, que tanto me han gustado siempre. Sin embargo en los últimos dos días me he quedado sin ellas. Es lo que tienen las decepciones, que suelen dejar a uno con la boca abierta.

No me gusta la hipocresía. Tampoco la estupidez, la falta de miras, la irracionalidad y la escasa inteligencia. Y muchísimo menos las injusticias. Sé que yo misma habré caído en ellas una y otra vez, al fin y al cabo soy humana. Pero de los errores hay que aprender a salir.

Esta semana me he llevado una profunda decepción de un grupo de personas que se ha movido por un orgullo herido, por una falta de autocrítica, por una grave ausencia de sentido común y de sentido del humor. Un grupo de personas carente de sinceridad, ni para con los que le rodean, ni siquiera consigo mismo. Un grupo de personas tan irracional capaces de acusar a los demás por actuar tal y como ellos lo hacen. Y peor aún, capaces de cometer una enorme injusticia, actuando de la manera contraria a la que ellos mismos promulgan.

La decepción la suaviza el hecho de que a muchas de esas personas nunca las tuve en alta estima. Su paso por mi vida no me enriqueció demasiado. Pero entre ellos han conseguido herir a una persona de gran valor y que, sobre todo, creía en ese grupo y en lo que representaban. La decepción la acrecienta el lugar que ocupan en esta sociedad, puesto que pertenecen a un colectivo para mí vital en este mundo, de un gran valor y al que, en líneas generales, profiero un gran respeto.

Gracias a dios, en todos los casos siempre hay honrosas excepciones. Me alegra ver que las personas en las que confié, las personas de las que conocía su valor, esas personas en las que ha día de hoy sigo creyendo, siguen siendo igual de valiosas. Hay esperanza en el mundo, al fin y al cabo. Ahora sí podemos decir que en muchas ocasiones el aprendiz supera al maestro.

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